A través de una fotografía en blanco y negro, Mank aborda de manera empática la autobiografía de un talentoso guionista y rememora el cine clásico de Hollywood con el relato del nacimiento de la historia de El Ciudadano Kane.
Gary Oldman interpreta a Herman J. Mankiewicz (Mank), un guionista de cine, —al que según la cinta— se le debería de haber atribuido la escritura del primer filme de Orson Welles. Mank es un hombre peculiar, que no tiene escrúpulos en expresar todo lo que piensa y que se desenvuelve en un círculo selecto de personalidades del medio. En 1930 trabaja con un gran equipo de cinematógrafos en las oficinas de Paramount, pero tras sufrir un accidente automovilístico en 1940, queda postrado en cama.
El presente de la narración está situado en los años cuarenta, en un rancho apartado de California, en donde el protagonista es asistido —por su condición física y sus problemas de alcohol— por una secretaria británica llamada Rita Alexander (Lily Collins) y una fisioterapeuta alemana (Monika Grossman). Ambas mujeres lo alejan del licor y lo apoyan a terminar la historia del Ciudadano Kane en un plazo de 60 días, previamente propuesto por Orson Welles. Mank decide realizar este trabajo, como forma de venganza hacia el sistema y el medio que lo estaban rechazando.
Quien termina estructurando la historia es el espectador, ya que la película muestra fragmentos de recuerdos del pasado y del presente del protagonista —presentando cada escena con un título particular utilizado en el guionismo— en donde primero se describe el lugar, luego la situación, posteriormente el momento del día, y por último, el año.
Ambos tiempos se entrelazan para presentar aspectos ocultos de la meca del cine estadounidense, como lo es su inmersión en la política. Es cierto que conocer la historia de Hollywood y estar familiarizado con el clásico de Orson Welles, hacen que la trama sea más atractiva; sin embargo, no son elementos relevantes para su apreciación, ya que el relato en sí y la meticulosidad de su fotografía, logran cautivar a cualquier espectador.
Visualmente es una cinta impecable, y emocionalmente es muy cercana al mismo Fincher, ya que su padre (Jack Fincher) fue quien escribió el guión años antes de morir. En cuanto a la narrativa, goza de muchas semejanzas con El Ciudadano Kane, no sólo por estar en blanco y negro y tener santos temporales, sino también por contar con eco en su mezcla de sonido, por agregar transiciones armoniosas entre las secuencias y por capturar en el fondo de las escenas, las frías y conspirativas miradas de los personajes.
Otro aspecto importante de la cinta es su banda sonora realizado por el líder de la banda estadounidense Nine Inch Nails (Trent Reznor) junto a Atticus Ross, un dúo que ha trabajo en otras películas de Fincher como en Red Social y La Chica del Dragón Tatuado. Ambos artistas utilizaron instrumentos de la década de 1940, para componer cada pieza y darle credibilidad a la historia.
No obstante, lo mejor de este largometraje, además de la interpretación de Gary Oldman y la calidad actoral del reparto conformado por Amanda Seyfried, Tom Burke, Lily Collins, Arliss Howard, Tuppence Middleton, Charles Dance, Sam Throughton y Tom Pelphrey; es el diseño de producción encabezado por Donald Graham, ya que tuvo que recrear el castillo de William Randolph Hearst (personaje en el que está basado El Ciudadano Kane), en un set de Los Ángeles.
No cabe duda que la más reciente película de Fincher logra transmitir la nostalgia del cine clásico y provoca la reflexión de cómo se manejan los personajes de su industria —y a pesar de que pueda llegar a ser exasperante para el espectador la lentitud de su ritmo—, la calidad de su lenguaje cinematográfico y la vasta investigación detrás de su historia, hacen que Mank sea una de las favoritas para el Óscar.