La partida de Ernesto Gómez Cruz, una leyenda del cine mexicano, ha sacudido el mundo del espectáculo. Pero su historia reciente, marcada por la soledad y el abandono, nos recuerda una realidad ignorada sobre la vida tras bambalinas de algunos de nuestros más queridos íconos culturales.
Antes de que la pandemia cambiara el mundo, Gómez Cruz compartió en una emotiva entrevista su sentir sobre el olvido y la falta de oportunidades laborales. En 2019, a sus 85 años, la industria que una vez lo celebró, parecía haberlo dejado atrás. “Vivo en una soledad terrible y aplastante,” confesaba el actor, cuya voz revelaba un espíritu aún dispuesto a participar en nuevos proyectos, a pesar de enfrentar desafíos como la pérdida de memoria y la dificultad para retener diálogos.
La realidad descrita por Gómez Cruz es un reflejo de un problema más amplio en el ámbito de las artes y el entretenimiento, donde el brillo del estrellato no siempre garantiza seguridad o compañía en los años posteriores. Buscó apoyo en figuras conocidas como el productor Juan Osorio, sin encontrar el respaldo esperado.
En la imagen se muestra a un hombre vestido con un traje formal, caminando por una calle peatonal. Lleva una corbata estampada y una chaqueta, y parece estar en medio de una escena urbana, con tiendas y cafeterías a los lados de la calle y varias personas alrededor. La foto parece tener una estética que podría corresponder a una película o un programa de televisión del siglo XX. Hay una sensación de movimiento y actividad en el entorno, lo que sugiere que podría ser parte de una narrativa más grande, tal vez relacionada con la vida en la ciudad.
Con una carrera que abarcó más de cinco décadas, Gómez Cruz encontró consuelo en su rol como secretario de Jubilación en la Asociación Nacional de Actores (ANDA), una posición que, aunque no lo devolvía a los reflectores, le ofrecía un sentido de propósito y comunidad. “Me siento útil,” decía, a pesar de sentirse a veces más como un estorbo que como un colaborador valioso.
Sus reflexiones sobre la fama y la memoria, especialmente en relación con “Los Caifanes”, una película que marcó un antes y después en su carrera, demuestran una perspectiva compleja sobre el éxito y el paso del tiempo. Gómez Cruz eligió vivir en el presente, afrontando sus desafíos con la misma dignidad que lo caracterizó en pantalla.
Su legado es inmenso, con participaciones en películas que se han convertido en piedras angulares del cine mexicano, como “Cadena perpetua”, “El crimen del padre Amaro”, y “Canoa”. A través de estas obras, Gómez Cruz no solo dejó una marca indeleble en la industria sino también en el corazón de sus espectadores.
La historia de Ernesto Gómez Cruz, tanto en su gloria como en sus días de soledad, nos invita a reflexionar sobre la volatilidad de la fama y la importancia de brindar apoyo a nuestros artistas, no solo en el apogeo de sus carreras sino también en sus momentos de mayor vulnerabilidad. Su contribución al cine, y su valentía al compartir su lucha contra la soledad y el olvido, permanecerán como testimonio de su grandeza y humanidad.
Una terrible soledad y abandono agobian al actor Ernesto Gómez Cruz, quien a sus 85 años de edad no recibe propuestas de trabajo en cine, teatro o televisión, por lo que confiesa que a este paso sólo espera el fin de sus días.
Vivo en una soledad terrible y aplastante, que me tiene esperando el fin de mis días, aunque si surge algo nuevo con gusto seré uno de los primeros en apuntarme, aunque a este paso sólo espero la muerte, esa es segura que llega”, señaló el actor.
En entrevista con Notimex, el actor de cintas como El callejón de los milagros y Los Caifanes, reconoció que sus facultades visuales ya no son las mismas e incluso tiene una grave pérdida de memoria, que le impide llevar una vida fluida.
Aceptó que ya no tiene retención en los diálogos, y eso provoca que no consiga oportunidades, y afirmó que buscó al productor Juan Osorio, con quien trabajó en la telenovela El Padre Gallo (1986). “Lo busqué para ver si tenía algo de trabajo, pero he esperado horas y no lo he encontrado”.
Con una trayectoria de más de 50 años, Gómez Cruz siente que su vida está igual como cuando empezó en el arte de la actuación: “sin nada, porque cuando voy a mi casa veo que ya no es mía, ahora es de mis hijas. Por eso vivo solo, rentando un cuartito y sin un peso en la bolsa”.
Dijo que sólo espera que llegue el momento “para partir y no regresar, claro, cuando Dios lo juzgue conveniente. Me voy a una gira larga y ya no regreso. Me molesta recordar viejos tiempos, mejor vivo el instante”.
Ganas de sentirse útil
Con una figura cansada, el actor afirmó que quiere sentirse activo y útil, por lo que ingresó como secretario de Jubilación de la Asociación Nacional de Actores (ANDA).
Quiero sentirme vivo y servir a mi sindicato, creo que mi presencia es fuerte colaborando en la cartera de la ANDA, aunque siento que no me toman en serio, pero algún día necesitarán del apoyo de alguien, como yo ahora lo estoy sintiendo”.
Su actual labor en la sede de los actores demanda 10 horas al día, pero en realidad solo cubre entre cinco y seis. “Me dedico a plasmar mi firma en documentos concernientes a la jubilación de cualquier compañero; me siento útil en ese aspecto, pese a que dé la impresión de que estoy estorbando”.
Ernesto Gómez Cruz deja el hospital tras superar neumonía
Consideró que estar en la ANDA es un refugio para sentirse útil, porque por el momento no tiene llamados ni propuestas de trabajo, “y como funcionario sindical por lo menos se me pasan las horas viendo pasar a la gente y prefiero estar así que en casa en soledad absoluta”
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“Yo no vivo del pasado”
Una de las películas que lo encumbró en la cinematografía nacional es Los Caifanes (1966): “Recuerdo a Juan Ibáñez, Enrique Álvarez Félix, Óscar Chávez, Sergio Jiménez, Eduardo López Rojas y Carlos Monsiváis, de vez en cuando la veo, aunque ya no me satisface estar recordando lo que fue”.
Dijo que intenta mantenerse en la realidad por muy cruel que esta sea.
No me place traer recuerdos al presente, aunque en las noches vienen a mi mente algunas actuaciones que hice, también tengo recuerdos con Sergio Jiménez, quien me tendió la mano yo recién llegado de Veracruz”, afirma el actor.
Con estudios de actuación en el Centro Cultural del Bosque en el Teatro Orientación, Ernesto recordó que en su adolescencia fue un vago, sin oficio ni beneficio, un joven que no reparaba en qué quería de su vida sino deambular por las calles del centro de Veracruz, hasta que encontró a unos amigos, que le invitaron a hacer teatro.
De su larga trayectoria en el Séptimo Arte, parece sólo recordar el valor de Los Caifanes en su vida, en la que considera, fue más su personalidad la que lo llevó a ser parte de esa historia más que su talento como actor.
Entre otras películas que rodó, y que lo consagraron en la cinematografía nacional se encuentran Cadena perpetua, Aquellos años, El crimen de padre Amaro, El Norte, Canoa, Santos Peregrinos, La víspera, Tívoli y Mariana, Mariana.
Ernesto Gómez Cruz, una de las figuras emblemáticas del cine mexicano, continuó activo en la actuación hasta después de 2019, aunque con una presencia más limitada en comparación con su prolífica carrera anterior. Su última aparición conocida en el cine fue en la película “Jirón de niebla” en 2016, donde participó en un thriller de suspense dirigido por Julio Cesar Estrada. Esta obra se suma a su extensa filmografía que abarca varios géneros, demostrando su versatilidad como actor hasta los últimos años de su carrera.
Antes de “Jirón de niebla”, Gómez Cruz tuvo roles en otras producciones como “El Quinto Mandamiento” en 2012, un thriller dirigido por Rafael Lara, y “De la Infancia” en 2010, una fantasía dirigida por Carlos Carrera. A lo largo de los años, su talento le permitió explorar diversos géneros, desde la fantasía hasta el thriller, pasando por el terror con películas como “Chamán, Viento de Muerte” en 2001.
La última década de su vida mostró una reducción en el número de nuevos proyectos, debido a los desafíos mencionados en entrevistas sobre su salud y la dificultad para retener diálogos.
Descansa en paz, querido actor. Así como te admiramos, te vamos a extrañar.