Espeleólogos y buzos han hallado en la península mexicana de Yucatán algunas de las minas de ocre más antiguas del continente, que explicarían la presencia de esqueletos antiguos en los pasadizos laberínticos de los sumideros ahora sumergidos.
Desde el hallazgo de restos de esqueletos como el de “Naia”, una joven que murió hace 13 mil años, los arqueólogos se preguntan cómo fueron a parar a los socavones, que entonces estaban secos. Hace ocho mil años, el alza del nivel del mar inundó los sumideros, llamados cenotes, cerca del balneario caribeño de Tulum.
¿Habían caído en ellas esos habitantes o habían bajado intencionalmente en busca de refugio, alimentos o agua? Se han encontrado restos de nueve esqueletos humanos en los cenotes, cuyos pasadizos submarinos y estrechos apenas dejan pasar un cuerpo.
Descubrimientos recientes de unos 900 metros de minas de ocre sugieren que tenían otro atractivo. El descubrimiento de restos de fogatas encendidas por el hombre, escombros de minería, herramientas sencillas de piedra y excavaciones indican que los seres humanos penetraron en las cuevas hace 12 mil años en busca de ocre, ese mineral rojo rico en hierro que los pueblos originarios de América apreciaban por su valor decorativo y ritual.